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 Melancolía: El Guardián

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Melancolía
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Melancolía


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Fecha de inscripción : 09/06/2009
Clan : Aún errando

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MensajeTema: Melancolía: El Guardián   Melancolía: El Guardián Icon_minitimeSáb Ago 08, 2009 7:31 pm

Melancolía…

El tintinear de la enorme espada rúnica contra su coraza de ébano resonaba en sus oídos, más allá incluso del tumulto matutino de Orgrimmar. La gente se apartaba del paso del pensativo elfo como si este fuera un apestado.

Pero no lo era, era algo peor.

Un alma arrancada de una vida sin pedir permiso, alguien a quien le había sido arrebatado todo lo que quería, un ser traicionado por el destino y furioso por ello.

Su mente aún se encontraba embotada por todos los sucesos acaecidos tan rápidamente. Apenas había logrado descifrar algo de su anterior vida. Los vagos recuerdos que acudían a su mente esporádicamente le habían revelado poca información. Antaño paladín de Lunargenta, ahora desterrado en muerte. Estancado entre la vida y la muerte, observaba sus manos bañadas de sangre con repulsión.

Melancolía… así le llamaron cuando despertó.

Recordó el cruel rictus de Kiehv mientras le observaba con incredulidad.
-¿No recuerdas nada, elfo? –dijo el muerto sin’dorei mientras le zarandeaba de un hombro con violencia. –Maldita sea, algo no ha salido bien… -mascullaba mientras se pasaba la mano por el argénteo cabello.

El curtido sin’dorei observaba a su interlocutor sin entender ni una palabra. Su cuerpo aún se encontraba dolorido y no sabía porque, pero el dolor remitía de manera pasmosa, dejando paso a una vitalidad desconocida para el, extraña pero a la vez reconfortante.

-¿Dónde estoy? –masculló con la boca aún pastosa y un ligero sabor metálico en ella. -¿Qué hago aquí y quien eres? –añadió mientras intentaba aclarar los recuerdos sin éxito.

Kiehv se levantó y deambulo unos segundos por la estancia hasta llegar a una pesada mesa de piedra donde recogió una talla copa que se dispuso a escanciar de lo que parecía vino. La llenó y se la pasó al confundido elfo, el cual la cogió con gesto dubitativo, observándola un instante antes de beber de ella.

-Veo que has olvidado quien fuiste, pero eso no debe preocuparte ahora. Luchaste con bravía cuando aún eras un raso guardia en Lunargenta y eso fue suficiente para llamar la atención del Exánime. –comenzó el elfo en un tono cauteloso, sin dejar de observar las reacciones del antaño soldado.

El Rey Exánime… ni siquiera recordaba quien era.

-¿El Rey Exánime? –preguntó sin ocultar su ignorancia ante la atónita mirada.

-Arthas, el Rey Liche, posó tu mirada en ti, permitiéndote vivir. ¿No lo entiendes, necio? Te eligió a ti de entre muchos para portar su estandarte. –el elfo hizo una pausa para volver a la mesa y llenarse una copa del mismo vino. –Eres un privilegiado, aunque no recuerdes ni tu nombre. –añadió a la par que bebía un largo sorbo y se sentaba en una silla, observando al sin’dorei como si cientos de ideas le cruzaran la mente en un instante.

-Dime… ¿Qué sientes? Defínemelo en una palabra. –susurro el elfo mirándole con los ojos entrecerrados.

Eran muchos los sentimientos que albergaba en su interior, pero solo uno se abrió paso en su mente tan claro como la luz del día que entraba por la ventana.

-Melancolía… -dijo en apenas un susurro observando la ventana.

Kiehv se puso en pie y apoyó su enguatada mano metálica sobre su hombro.

-Ven Melancolía… pues ese será tu nombre aquí. Ven que tenemos mucho trabajo que hacer…-

Los meses pasaron y sus lagunas no hicieron sino aumentar de tamaño. Sus hazañas en nombre de la Plaga le habían valido el titulo de Capitán, pero sus lagunas no habían hecho más que empeorar con el tiempo, tanto que había decidido olvidar su pasado y abandonarse a su nuevo estatus y condición.

Paseaba haciendo guardia por uno de los muchos campamentos de cultistas en Corona de hielo cuando la vio.
La elfa de cabello blanco se habíasacado la capucha para limpiar su rostro y despejar la vista del enorme libro que leía sobre una mesa de marfil.

Se llevó ambas manos a la sien, completamente confundido, notando como el torrente de recuerdos distorsionados se abría paso como una ola desbocada.
Los recuerdos le golpearon con la dureza de un guantelete en la arena. Jamás había sido un guardia raso en Lunargenta, jamás había luchado contra las huestes del Rey Exánime… el estaba ahí por su propio pie...

Recordó con desgarradora viveza cuando, delante de Kiehv, había arrancado su tabardo de Caballero de Sangre, arrojándolo contra el suelo, mientras unas palabras muy ensayadas surgían de sus labios.

"Mi sangre por el Rey, mi cuerpo bajo su merced. Nada morará en mí, salvo la voluntad del Exánime."

Agarró la espada con fuerza para no dejarla caer, intentando mantener la compostura. Caminó confundido hacia una posición donde pudiera observar a la elfa sin que ella se percatara de su presencia.
Estaba allí por ella. El siempre había estado a su lado, refrenando con sus consejos sus ansías de poder, intentando dispersar de su mente cualquier indicio de perdida de control… hasta que fue seducida por el Culto, sabiendo que sus palabras no llegarían allí, era imposible.

-Bathoria… -
susurró acercándose a la elfa, cubriéndose el rostro con el pesado yelmo de ébano. –Quiero verte esta noche, después de las Nocturnas, en la torre oeste. –dijo con un tono de voz que distaba mucho de ser el suyo.

La elfa levantó la mirada y le observó penetrantemente, como si quisiera ver más allá de las pequeñas rendijas que dejaba el yelmo.
-Como ya le he dicho cientos de veces a Kievh, estoy aquí por mi propio pié. No soy esclava de nadie, así que buscaros otra concubina más acorde a vuestro…estado. –dijo con el tono frío y descarado con el que la había visto rechazar hombres en su juventud.

Carraspeó como si eso le sirviera de algo.

-No es eso, elfa descarada. Es un asunto oficial, y quiero verte allí o tendré que llamar a mis hombres y llevarte a rastras. –sentenció mientras se alejaba con el corazón en un puño, dejando tras de si a la anonadada elfa que le miraba incrédula.

El sabía la realidad.

Allí entrabas por tu propia voluntad, pero solo había una manera de salir, y era con los pies por delante...y aunque le costara la vida, la sacaría de allí, como había hecho siempre.
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